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Contenido «agregado», periodista desplazado

Contenido «agregado», periodista desplazado Ilustración de Diego Lara

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No siento nostalgia, sino genuina preocupación gremial. En el periodismo investigativo industrializado la veracidad, la sostenibilidad y la contextualidad informativas están dejando de ser componentes esenciales, o quizás en realidad dicho periodismo está perdiendo sus rasgos clásicos, desplazándose en su manufactura del periodista profesional al diarista gestor de contenidos insólitos, para satisfacer con su maquila, desde la industria de las noticias, el insaciable hedonismo mediático masivo.

Tal fenómeno propio de la sociedad mediática tiene lugar globalmente a partir de los ochenta, pero en México lo vivimos hoy como nunca y su expresión más palpable es el «contenido agregado», entre el que sobresale por su impacto el de soporte audiovisual.

En la industria noticiosa se llama «contenido agregado» a aquel que, entre otras cosas:

1) No es de producción propia del medio que lo disemina.

2) Casi nunca le implica a este una inversión en dinero, recursos humanos, experiencia, talento y tiempo.

3) Preferiblemente, recoge en soporte de fotografía, video o audio hechos reales que aparecen parcialmente y sin contexto, considerándose que son elocuentes por sí mismos.

4) Es presentado, paradójicamente, como propio —suelen colocarle sellos calados del medio para acaparar el crédito— o al menos como producto de un trabajo periodístico cuyo mérito corresponde al medio que lo «consiguió» y publicó primero.

Mucho contenido agregado proviene de filtración, esa antigua práctica donde una fuente anónima entrega al periodista o al medio información noticiable, ya sea con una intención legítima o aviesa. Otra parte sencillamente es bajada de medios no industriales o redes sociales digitales. Pero en todo caso busca satisfacer y reforzar a ese inmenso público voyeur y ecuter, ávido no de ejercer su derecho a informarse, sino de mirar y escuchar, consumir la realidad por sola compulsión —público conformado por los sartorianos homo videns recargados.

Preguntas:

1) ¿Aporta al interés público la fotografía del futbolista Salvador Cabañas lesionado de un tiro en la cabeza, en un bar del Distrito Federal [enero, 2010]?

2) ¿Es lo mismo informarse acerca de la matanza de supuestos delincuentes cometida por el Ejército mexicano en Tacámbaro [agosto 2011] a través del video producido y editado por la Secretaría de la Defensa Nacional, que mediante la cobertura periodística?

3) ¿Los videos registrados por las cámaras del C4i4 del Gobierno del Distrito Federal sobre asaltos y otros delitos en espacios públicos —amplia y hasta obsesivamente difundidos a través de los medios— permiten comprender en toda su dimensión, complejidad y dramatismo el severo problema de la criminalidad que padece esta ciudad?

4) ¿Los videos y fotografías donde aparecen las presidentas municipales de Pátzcuaro y Huetamo conversando con miembros de los caballeros templarios denotan sometimiento y hasta síntomas de síndrome de Estocolmo, o una real complicidad con criminales?

5) ¿Las audiograbaciones de conversaciones de Pedro Ferriz de Con y «su amante» son de interés público, o exhiben ante todo el poder de aniquilación profesional que tiene la industria del infoentretenimiento instrumentalizada por el poder público o impulsada por cualquier interés privado, aun contra sus más sumisos personeros —como en este caso?

El problema con el contenido agregado es, evidentemente, que permite entremezclar temas de interés público que impactan de diversas maneras en la vida del colectivo, con banalidades o asuntos íntimos. Además, permiten que información que tendría que ser materia prima de la investigación periodística sea vendida como investigación periodística.

Y, lo más peligroso para quienes conformamos el gremio de los periodistas, implica nuestro paulatino desplazamiento del mercado laboral y profesional, porque si con un solo video filtrado el medio industrial puede atraerse millones de consumidores de noticias, ¿para qué necesita a un individuo —nosotros los periodistas— al que debe pagarle y con el que debe lidiar debido a sus reivindicaciones laborales y profesionales?

Esta lógica industrial, en suma, concibe al ciudadano como consumidor y no como sujeto del derecho a la información, y en consecuencia quebranta severamente tal derecho; permite a las empresas que conforman la industria noticiosa deshacerse de su responsabilidad legal y social, y lucrar con informaciones cuya intención llega a ser hasta criminal; banaliza los delitos, los conflictos y las violencias, llevándolas a grados de divertimento; y precariza la función social del periodista, produciendo fatalmente nuestro desplazamiento laboral.

A esto hemos de atenernos.

marcolaraklahr.mx

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