Este proyecto fue primero una voluntad común contra el olvido y la impunidad, luego un libro y ahora esta página que guarda memoria de los periodistas y trabajadores de la información asesinados y desaparecidos en México desde el 2 de julio de 2000, cuando inició la alternancia democrática, hasta el día de hoy.

El libro, que editamos en 2012 y que guardaba las 127 hojas de vida de los periodistas y trabajadores de la información asesinados o desaparecidos durante las dos primeras legislaturas de la alternancia democrática, no está a la venta. Nunca lo estuvo. Sólo fue posible adquirirlo en la página que Goteo.org nos abrió para hacer una campaña de crowfunding que nos permitiera hacerlo. Las donaciones y la colaboración editorial y logística de la UdeG, sirvieron finalmente para hacer 1500 ejemplares que regalamos en el VIII Encuentro Internacional de Periodistas: Los otros caminos de la información, que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, donde lo presentamos.

Aunque en este espacio virtual, aquel proyecto, lamentablemente sigue creciendo.

Siéntanse libres de difundir este trabajo para hablar de los riesgos que corren los periodistas de México y la situación que atraviesa el país. Éste es un proyecto creado con la filosofía Open Source que otorga implícitamente permiso para reproducir, distribuir y compartir el material publicado en esta web con la única condición de citar su procedencia, en atención a los autores y al conjunto del trabajo realizado. 

 

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Rosa María Ríos Campos

Tendrías que estar aquí, Rosy.

Tenías 28 años y ya eras mamá. Te quedaste ahí en ese punto antes de cumplir los 30 que a muchos nos aterra y nos hace caer casi en crisis pero tú no te veías asustada, te veías fuerte, contenta y bien guapa.

Las páginas dedicadas a la industria del corazón llevaban años reseñando tu vida y gracias a ellas puedo saber que te habías tomado un descanso del “medio”. Eras conductora de televisión y trabajaste en dos programas de música grupera, “Otro nivel” y “Visión nocturna”, en los que te tocaba entrevistar a grupos de música banda.

Carla, una de tus compañeras, dice que eras muy sonriente y buena onda, que “como profesional” la gente te quería mucho. Recuerda que cuando ya te habías formado un nombre aceptaste salir en el video de un grupo musical local, “Los buenos inquilinos”, para ayudarlos a que se promocionaran. No les cobraste un peso.

Sin embargo, me imagino los nervios que debiste sentir la primera vez que saliste a cuadro. Tu chamba te exigía lucir despampanante y segura, dueña de la situación: sobre los hombros de una mujer bonita a veces caen las responsabilidades más pesadas y en la tele no hay lugar para errores.  

Yo creo que te dominaste, sonreíste y saludaste a la cámara: las mujeres como tú no se dejan asustar fácilmente. ¿Por qué hablo de ti como si te conociera? No había escuchado tu nombre hasta hace unos días y de ti no sé más de lo que otros me han contado.

Pero te conozco. Sé que te gustaba la banda, que adorabas a tus hijos y que trabajabas mucho. No me hablaste de ti, pero te conozco. Los compañeros que reseñaron tu muerte te llamaron “emprendedora”, “empresaria”, “ex-conductora de la tv”, yo le hubiera agregado “luchona”, “guerrera”, “soñadora”.

Estudiaste Derecho pero no te gustó y decidiste apostarle a tu carrera en los medios. Aunque ganaste varios certámenes de belleza e incluso uno en el que te premiaron “por tener el mejor cuerpo”, para 2011 el juego ya había cambiado y dejaste de ser la muchacha bonita buscando popularidad y la aprobación del conductor principal o del productor del programa.

Te saliste de la tele para buscar tu propio camino y más medios para mantener a tus hijos. Con los buenos contactos que hiciste te asociaste con otros empresarios e invertiste en restaurantes y bares; Dios sabe cuántos préstamos tuviste que pedir, cuántas puertas anduviste tocando pero lo lograste. Después uniformaste y armaste tu propio grupo: Súper Banda RS de Rosy Ríos, doce cabrones bien machos siguiendo las instrucciones de una princesa.

Tu éxito empezó a salir por todos lados y te convertiste en “la señora Rosy” como se refirió a ti uno de tus colegas del medio musical, un trombonista de la banda “Los Cabronazos” que me contestó el teléfono.

De la Súper Banda RS decías que era “la única banda que nació grande” y subías videos de sus eventos a un canal de Youtube.

Pero no te quedaste ahí, seguiste trabajando y pusiste tu propia estética. Promocionabas tu negocio en una página de Facebook “Alaciados Rios”, en la que dabas tips de belleza y ofrecías maquillaje, alaciados brasileños y peinados para novias. En una ocasión, incluso, te permitiste un guiño literario para explicarle al mundo tu visión sobre la congruencia y la integridad.

“Una persona es enorme cuando habla de frente y vive de acuerdo con lo que dice, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe con franqueza. Una persona es pequeña”, dijiste, “cuando se rige por comportamientos clichés, cuando quiere quedar bien con todos. Es pequeña cuando no es solidaria, cuando miente, cuando no sabe pedir perdón”.

Ahí te agarraron ese 1 de mayo de 2013. Era miércoles y los testigos dicen que estabas atendiendo a una clienta, que llegaron dos monos en una moto, se metieron a tu local (un local pequeñito en el garage de una casa de la colonia Chapultepec, Morelia, Michoacán) y te exigieron dinero. Dijiste que no, te resististe al asalto.

Con dos disparos dejaron huérfanos a tus hijos y truncaron tus sueños. Huyeron como huyen las ratas de los barcos que naufragan.

Estoy leyendo las notas sobre tu muerte: “ejecutada”, dictaminan, “ultimada” ¿Pero por qué?, esas palabras tan horribles parece que se refieren a otra persona, parece que insinúan otra cosa como si fueras responsable de tu propia desgracia.

No me gusta que te hayan matado, Rosy. Me siento enojada, me da coraje y tu asesinato debería darnos coraje a todos: ¡tenías 28 años y estabas trabajando!, atendiendo tu estética, probablemente alaciándole el cabello a alguna señora.

“Estaba trabajando”, repito mientras te estoy escribiendo esta carta, ¿qué clase de país es este en el que una mamá no puede salir a trabajar para dar de comer a sus hijos?

El teléfono de tu negocio hace mucho que está desconectado, Rosy, ya no hay videos de tu banda ni más promociones de tu estética. En la vida de las personas que te quisieron se quedó el hoyo que alguna vez llenó el sonido de tu risa. Se quedaron tus hijos, tus papás, tus amigos, los integrantes de tu súper grupo, tus compañeros del canal.

También se quedó esa última entrevista, Rosy, en la que parecía que te estabas comiendo el mundo: tu show era un éxito, a tu banda le estaba yendo muy bien y estabas a punto de empezar otros negocios. Mientras el reportero hablaba de tu elocuencia y belleza, me imagino, tú lo mirabas confiada y esperanzada en el futuro.

“Soy mujer, madre y empresaria... y me gusta inspirar a otras mujeres a seguir sus sueños, trabajando duro y viéndose hermosas en todo momento”, dijiste. Ojalá tus hijos te hayan escuchado.

Información adicional

  • Autor/a: Tere Moreno
  • Bio autor/a: Reportera.

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