La mirada de Rubén
“Rubén era muy desenvuelto, carismático… hacía amigos rápidamente. Era alguien que la pasaba bien, que sonreía mucho. A todo el mundo le caía bien. Siempre pensaba en los demás, siempre veía qué hacer por los otros”, comenta Alejandro, amigo de Rubén Espinosa en la Ciudad de México.
Me platica sobre Rubén y me advierte que lo conoció poco tiempo, su breve amistad comenzó cuando llegó desplazado a la Ciudad de México y fue ahí que tuvo en contacto con él. Alejandro, como lo fue Rubén, es fotoperiodista. Forma parte del colectivo Fotoreporteros MX, que nació de forma solidaria para protegerse entre todos; el colectivo se consolidó tras las protestas del 2 de octubre del 2013, en el que muchos reporteros fueron severamente agredidos mientras cubrían una manifestación en la Ciudad de México.
Veo una foto de Rubén, de pie frente a la catedral de Xalapa en una tarde neblinosa. La bruma es algo común en esta ciudad de montaña. Tiene ojos grandes y oscuros, su mirada es profunda. Algo pasa en mí que cuando la miro me siento triste. El día en que esta fotografía se tomó fue un día de protesta, el obturador captó la cara de Rubén durante una manifestación en repudio por la desaparición del periodista Moisés Sánchez Cerezo, de Medellín de Bravo, Veracruz. Nada raro había en que Rubén estuviese ahí: los derechos de los periodistas le importaban, no era alguien que se quedara callado ante las injusticias. Era un joven valiente que denunciaba los abusos y la violencia contra los informadores en el estado de Veracruz, ese Rubén valiente quedó inmortalizado en el video “Crónica de una Represión Anunciada”, publicado en el portal de Plumas Libres.
Ni el nombre de Rubén Espinoza, ni su lente son –aún- cómodos para quienes viven adictos de poder y son enemigos de la libre expresión. Rubén sabía alzar la voz y también sabía hablar con las imágenes: tenía ese gran don para inmortalizar a algo, a alguien. “Era un excelente fotógrafo, tenía muy buenos contrastes. Sabía distinguir muy bien entre un claro y un oscuro”, me explica Alejandro. Fue alguien autodidacta, aprendió fotografía por su cuenta, y aprendió muy bien.
Su talento para la fotografía y el no quedarse callado le ocasionó enemigos, el odio que le guardaban esas personas lo condenó: clavaron en él una sentencia de muerte. Rubén era valiente y ante el acoso denunciaba. Así lo hizo frente al fiscal de Veracruz y ante el secretario de gobierno, denunció las agresiones que sufrían él y sus colegas, habló de los orejas que iban a las manifestaciones a tomar fotografías, intimidando a la prensa y a los manifestantes.
También, de acuerdo con la Revista Proceso[1] en septiembre del 2013, el periodista fue golpeado por policías estatales en Xalapa, mientras documentaba con su cámara el violento desalojo del plantón de integrantes de la CNTE y simpatizantes, incluyendo niños, en la –entonces- Plaza Lerdo. Además, ese día, los policías le obligaron a borrar de la tarjeta de memoria a su cámara todo el material que había tomado. Rubén Espinosa interpuso una denuncia penal por lo acontecido y supuestos integrantes del gobierno estatal le ofrecieron dinero a cambio de retirarla.
El retrato que miro es de enero del 2015, Rubén se encuentra en la plaza que está entre la catedral xalapeña y el palacio de gobierno. Esta plaza, sitio muy transitado en la ciudad, ha cambiado para muchos de nombre: antes la llamábamos Plaza Lerdo, ahora es la Plaza Regina Martínez. Esta plaza es un lugar muy común para las manifestaciones, ahí han pasado todos: profesores demandando mejores condiciones de trabajo, familias repudiando el ecocidio en la la Joyita, grupos denunciando la amenaza socioambiental que implica la planta nuclear Laguna Verde, marchas del #Yosoy132Xalapa, familiares de desaparecidos e incontables actos de apropiación del espacio público y del derecho de protesta han acaecido en este lugar emblemático para la capital veracruzano.
Con una pequeña placa de latón sobre la piedra, a la plaza la renombraron como Regina Martínez, así la bautizaron personas como Rubén. Lo hicieron en abril del 2015, para honrar a una mujer periodista de la revista Proceso que murió asesinada en su casa en Xalapa el 28 de abril del 2012.
Alguien quitó la placa, nadie sabe quién, pero el 9 de junio volvieron a colocar una nueva. Rubén también estuvo ahí. Una semana después, en la madrugada, la placa volvió a desaparecer.
En los días siguientes Rubén comenzó a recibir amenazas y tuvo que regresar a la Ciudad de México, con su familia. Dejó Xalapa después de siete años de vivir ahí, “extrañaba a su novia y a su perro” me dice Alejandro. “Rubén no dormía bien, tenía miedo y nosotros le decíamos estás exagerando, estás en el DF aquí todo está tranquilo”.
“En Veracruz no hay Estado de derecho”, dijo Rubén ante las cámaras de Rompeviento TV programa de la red Periodistas de a Pie, transmitido el 9 de julio del 2015. “Yo tuve que salir por intimidaciones (…) por sentido común, acababa de pasar el ataque a los estudiantes, a los cuales golpearon brutalmente, con machetes (…) no podemos en esta situación hacer menos cualquier tipo de agresión, de intimidación, porque no sabemos qué va a suceder”.[2]
Alejandro continúa: “No necesitaba mucho dinero, él decía que con un salario 7 mil pesos podía vivir”. Guarda unos segundos de silencio y me cuenta: “un editor de Proceso le dijo yo no te dije que vinieras, yo no te voy a pagar nada”… prefiere no decirme quién fue, pero me comenta “eso lo enojó mucho”. “Necesitaba trabajo”. Se había abierto una plaza para fotoreportero en Cuartoscuro, agencia con la que hacía freelance, a Rubén lo iban a entrevistar para ese puesto, justo “tenía la cita unos días después del día en que lo mataron”.
A los periodistas en Veracruz se les paga muy mal, hay periódicos que les dan 50 pesos por nota, “eso es vulnerabilidad”, me explica Alejandro. Pero en la Ciudad de México tampoco las cosas están muy bien: “los medios son como empresas, si quieres estar informado tienes que mejor seguir a los periodistas”.
El viernes 31 de julio del 2015 nos enteramos por la prensa que cinco cuerpos fueron encontrados sin vida en la colonia Narvarte del Distrito Federal. El sábado supimos que uno de esos cuerpos era el de Rubén. A cuentagotas nos enteramos sobre la identidad de las otras cuatro personas: eran mujeres. Dejaron de ser “cuerpos” cuando conocimos sus nombres: Yesenia Quiroz, Alejandra Negrete, Mile Virginia Martín y Nadia Vera.
Los cuerpos presentaban rasgos de tortura y tres de las mujeres fueron violadas antes de ser asesinadas.
El hecho de que Mile Virigina Martín hubiese nacido en Colombia fue suficiente para que varios periodistas les resultara apropiado afirmar que “el caso Narvarte” fue una venganza contra “la colombiana”, a la que ligaban con el narcotráfico. Otros agregaron que las mujeres que ahí se encontraban eran prostitutas y lo que sucedió fue un “ajuste de cuentas” o un acto ocasionado por “motivos pasionales”.
Pero para muchísimas de nosotras, de nosotros, esta historia no cuadra. La gente ha salido a la calle en múltiples ocasiones, para manifestar su repudio ante los hechos y ante las improvisadas versiones de los hechos, versiones misóginas, xenófobas que encubren y con ello violentan, aún más, las cosas. También se han hecho presentes organizaciones colombianas que denuncian la criminalización, por motivos de origen, de la que la figura de Mile Virgina ha sido víctima.
Durante el velorio de Nadia Vera[3], en Chiapas había una cartulina que decía: “Te amamos Nadia, vete en paz, que nosotros nos quedamos en la guerra”.
No importa cuantas placas quiten, cuantas notas periodísticas se censuren, cuantas fotografías se borren. La memoria se construye diario en las sobremesas, en los mails, en los tuits, en los libros, en las columnas de los diarios y de los blogs, en las charlas de todos los días, en los salones de clase, en las calles… en las fotografías como las de Rubén Espinosa.
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[1] La redacción, “Asesinan en el DF a Rubén Espinoza, Fotoperiodista de Proceso”. Proceso. Agosto 1, 2015 (web).
[2] En la madrugada del 5 junio del 2015, en Xalapa, ocho jóvenes fueron agredidos por un grupo de personas que entraron a la casa donde estaban celebrando una fiesta. Fueron brutalmente golpeados con bats, machetes y palos con clavos. Tuvieron que ser trasladados, en estado de emergencia, al hospital.
[3] Amiga de Rubén, estudió en Xalapa y al igual que él participó en las protestas de #YoSoy132 Veracruz.