Ernestina y el mar
El sentido del humor no le faltaba, dicen que solía repetir entre risas que “la prensa vendida jamás será vencida, mientras que la prensa honesta está asediada y perseguida”. Se llamaba o quizás se llama todavía -como quisiera creer su hermana Ernestina-, Leodegario Aguilera Lucas. Periodista en un lugar que no ha sido bueno para ejercer el periodismo libre desde hace muchos años: Acapulco.
Director de la Revista mensual Mundo Político, Aguilera Lucas era respetado por sus colegas y sus amigos, un periodista crítico que hacía sus investigaciones en serio, tenía 60 años cuando fue secuestrado por cuatro hombres armados un 22 de mayo en 2004, cuando salía de su casa.
Pocos días antes de su secuestro trabajaba en un reportaje sobre el enriquecimiento del exgobernador de Guerrero, el priísta René Juárez Cisneros; había viajado a Cuernavaca recabando datos y había tomado fotografías del hotel El Madrigal, cuya propiedad se atribuía al Gobernador Juárez Cisneros. El reportaje nunca fue publicado. Leodegario salió de su casa para no regresar.
También se dice que le interesaba la llegada de los Zetas a Guerrero, pero sobre eso hay muy pocos indicios y todo apunta a que el periodista estaba empeñado en mostrar la corrupción del gobierno de Juárez Cisneros.
Y cuatro meses después de su ‘desaparición forzada’, como suele llamarse formalmente a los levantones, un 8 de septiembre de ese mismo año, al Pie de la Cuesta del Puerto de Acapulco, en un escenario donde los turistas pierden el habla por la belleza del paisaje, un supuesto hallazgo quiso dar por cerrado el caso: unos huesos calcinados eran lo que quedaba del periodista.
La versión oficial señaló que sus vecinos lo habían secuestrado, asesinado con una pistola calibre 38 y luego calcinado por la propiedad de unos terrenos. Las autoridades descartaban así cualquier móvil político. Y así, Alfonso Noel Vargas Baños, el Johnny, de 28 años de edad, Alberto Cárdenas Flores de 28, y Juan Carlos Salinas Moreno, el Toro de 18, fueron a dar a la cárcel por la causa que les abrió la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero, y hoy enfrentan un juicio en el Juzgado Octavo de lo Penal. El caso de Leodegario quedaba “resuelto” y los “culpables” pagaban por su crimen.
Pero Ernestina y la esposa del periodista no creyeron la versión, se negaron a aceptar que ese montón de huesos quemados fueran el hermano, el esposo, el periodista y se empeñaron, como se han empeñado en México tantas mujeres, tantas madres, padres, hermanas, a los que les han sido amputados sus afectos. Insistieron hasta que lograron que “la evidencia” fuera analizada por la Procuraduría General de la República, que determinó tras un extenso peritaje que los huesos eran de un animal. Un animal.
Las vueltas no se han acabado y Leodegario o sus restos no aparecen. Nadie sabe nada. En términos formales se acepta su secuestro y su posterior asesinato y la aparición de sus restos calcinados, con tres culpables que purgan su delito. No hacer olas en tiempos de tormenta.
El 19 de Agosto de 2009, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos enviaba la Recomendación General Número 17 sobre los casos de Agresiones a Periodistas y la Impunidad Prevaleciente, en la que consignaba, refiriéndose al periodista Leodegario Aguilera Lucas que: “no se cumplieron los presupuestos procesales conducentes para que las autoridades jurisdiccionales llegaran a la emisión de una resolución judicial, bien por no acreditarse la presunta responsabilidad del detenido en los delitos imputados”. Mientras que la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en su recomendación 19/2006 dirigida en contra del ex gobernador René Juárez Cisneros y sus colaboradores, Jesús Ramírez Guerrero, Luis León Aponte y Pedro Loyo Malabar, que señalaba que los ex funcionarios incurrieron en los delitos de “denegación de justicia, ejercicio indebido de la función pública, irregularidades y dilación en la integración de la averiguación previa”. Leodegario Aguilera Lucas no ha aparecido y Ernestina, su hermana sigue reclamando justicia.
Hoy hay un periodista menos, tres hombres en la cárcel y una mujer que sigue andando la blanda arena que lame el mar.