El Jefe Milo
8h de la noche. Notiver, avenida Landero y Coss, centro del puerto veracruzano. Miguel Ángel López Velasco proviene del café La Parroquia -al que llegaba desde las 5h; distancia cuatro cuadras- con un lechero en el estómago. Abre la puerta, camina entre unas vetustas rotativas sobre una rampa, sube escalones, gira una perilla amarillenta y se encamina hacia su escritorio diez pasos adelante.
Coge un cojín oscuro, lo pone sobre una silla con rueditas para luego sentarse. Prende la computadora, espera. Mira al vacío. Una vez el Word abierto, siendo 19 de Junio del 2011, con la canción Imagine de John Lennon que tanto le gustaba, empieza a redactar lo que sería, sin saberlo, su última columna titulada Va de Nuez: “De hoy a mañana será nombrado el nuevo titular en la delegación de Tránsito y Vialidad de la ciudad de Veracruz…”
La música de Lennon rebota en los cristales del diario donde es Subdirector. La velocidad de su mente escribiendo no se detiene, sus gruesos dedos morenos tampoco…
1978. A la extinta Facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana ubicada en Arista y Zaragoza, un joven con acento jarocho -comiéndose las eses al hablar- al que le dicen el Erótico y perteneciente a la generación 1977-1981, arriba en una moto.
Ya lo esperan sus compañeros: Regina Martínez, Juan Soto del Ángel, Marco Malpica. Pelo a rape, ojos miopes, siempre con actitud rebelde y contestataria se prepara para debatir sobre el destino de la Facultad. El grupo de Regina Martínez, los menos radicales, le explican que con el diálogo respetuoso se le puede exigir a los maestros que se pongan a trabajar. López Velasco se niega porque le gusta la confrontación, el escarnio, la dureza de la crítica; aunque después de varias horas de charla termina por acceder.
Recordado como un rijoso y “desmadroso”, siempre supo escuchar a favor del bien común, sobre todo de la Facultad, a la que sólo llegó al tercer semestre, porque ya trabajaba en Notiver y tenía una familia que mantener.
Milo Vela, como firmaba su columna, terminaba dos horas después. Se dirigía a la cocina del periódico a beber un vaso de agua, seguramente a pensar sobre amenazas pasadas, de que la vida podía apagársele en cualquier momento por sus férreas denuncias de contubernios de Poder.
De ahí, abría el programa de diseño de Mac, QuarkXpress, para empezar a editar lo que sería las 4 páginas del Sucesos del 20 de Junio. ‘Cupido Motorizado’, ‘Vuela Kamikaze’, ‘Se lo llevó un Ovni’, algunas de las cabezas ideadas por Miguel Ángel, como metáfora al humor del jarocho, el del castre de barrio. Dos, tres, cuatro horas se tardaba editando, solía terminar a las 4h de la mañana; empezaba regularmente a las 12h de la noche. En ese lapso, antes y después charlaba vía nextel con Yolanda Ordaz, Raymundo Espejo, Alberto Ayala, Gabriel Huge, sus reporteros de nota roja y sus discípulos. O con sus hijos Misael, Miguel Ángel, Jazmín con quien estuvo dos días antes en su graduación de licenciatura-. O con sus amigos Luz María Rivera, Oved Contreras, Andrés Timoteo -con quienes solía echarse una cerveza en los Portales de Veracruz.
Su libro Todos están adentro, a finales de los 80s, sobre el episodio de Llano de la Víbora en el municipio de Tlalixcoyan, evidenció el encubrimiento y la posesión de droga por parte de siete agentes judiciales, a los cuales el ejército asesinó supuestamente por confundirlo con narcotraficantes.
Hasta la fecha no se hizo público el número de Averiguación Previa de su asesinato. El 20 de junio de 2011 se levantó dejando su sección lista para imprimirse. Abrió la puerta de madera, bajó las escaleras y salió con el cielo de las 5h de la mañana sobre su espalda. Ese día, aproximadamente una hora después lo ultimarían, a los 55 años de edad y con treinta años de trabajar nota roja, con su último lechero en el estómago, y tarareando imaginar un mundo mejor a lo John Lennon. En el mismo acto también fueron asesinados su esposa Agustina Solana, y su hijo Misael López Solana. Sería la última vez que, sin saberlo también, trabajaría en Notiver.