Tú y yo coincidimos en la noche terrible

MISAEL LÓPEZ SOLANA

Está cabrón y se va a poner peor

 

Veracruz. Era mediodía de domingo y tronaban armas en el estacionamiento de la plaza comercial Las Américas, en el ayuntamiento de Boca del Río, vecino al puerto. Militares, marinos y policías cercaron el perímetro. Había un enfrentamiento. Todos corrían. Unos para salir y otros para llegar. Ese 19 de marzo de 2007, los fotógrafos y reporteros de nota roja tropezaron con cuatro muertos, luego de varias horas de disparos cruzados entre autoridades y desconocidos.

Entre ellos estaba el conocido reportero y columnista Miguel Ángel López Velasco, Milo Vela, y un joven rellenito vestido con shorts, tenis de colores y playera de rayas, que corría detrás suyo. Era su hijo menor Misael López, Gizmo, como lo llamaban de cariño sus amigos. Rondaba entonces los 16 o 17 años y ya hacía equipo con su padre y su hermano mayor Miguel Ángel, en la redacción de Notiver.

Esa tarde Milo y Misael corrían con la cámara en la mano. Milo apurando el paso de su hijo, que resguardaba su inseparable Nikon D-50 mientras atravesaban el estacionamiento, se tiraban al suelo bajo el tiroteo en el interior de la plaza o levantaban la cámara entre la gente atrapada en aquella balacera que duró horas. Un foto reportero en el lugar recuerda que algo sintió contra Milo al verlo exponer a su hijo a la balas. “Yo había estado antes en otros dos enfrentamientos donde había visto, por primera vez, cuatro cuerpos incompletos, mutilados por las balas. Por eso, cuando vi Misael allí quise gritarle a Milo: ¡Oiga! ¿Qué no ve lo que pasa? Saque a ese muchacho de aquí! Pero no pude. Había mucha confusión”.

Se volvió a ver a Misael esa noche, de pie en un rincón del salón donde se llevó a cabo la conferencia de prensa que ofreció el gabinete de seguridad del entonces gobernador Fidel Herrera para explicar el ataque en que murieron tres policías y un visitante de la plaza.

Al día siguiente su nombre apareció al lado del crédito de Milo Vela, en las fotografías publicadas en Notiver. Muchos conocieron entonces al benjamín de los López Solana, quien ya había pasado una temporada en el departamento de Comunicación Social de Boca del Río, a cargo del monitoreo de medios. Pero él, como su hermano, querían ser periodistas. Fotógrafos primero, como su padre, quien los instruyó en el oficio y les aderezó la vida con sus frases favoritas: “Piensa mal y acertarás”; “lo importante es que no quedó en uno”; “prefiero ser lobo libre hambriento, que perro gordo encadenado”; o “son gajes del oficio”, les decía Milo a sus hijos recurrentemente, al cabo de una noche dura de trabajo en la redacción, que terminaba casi siempre al amanecer, a las 5h o 6h de la mañana, porque a Notiver no se le iba nada. “Éramos un pequeño equipo, nos dividíamos la ciudad para trabajar y nos informábamos mutuamente”, recuerda Miguel Ángel.

Entre ellos había una relación tan estrecha que compartían un tono en su celular para reconocer cuando su padre llamaba. Nunca contestaban frente a la gente. Siempre lo hacían en privado. Y al colgar casi siempre tomaban sus cosas y se iban.

A Misael le gustaba la vida. Era alegre, dispuesto con los demás. A donde iba, la gente lo saludaba. Todos lo reconocían sobre todo por su papá, el columnista más leído en Veracruz, duro en la disciplina laboral con sus hijos, exigente, apasionado. Sin embargo, se bastaba a sí mismo para ganarse el aprecio de los otros, sobre todo el apapacho femenino, pues a las mujeres les gustaba su figura de oso.

“Tenía un carisma que no tenía mi padre ni yo”, recuerda Miguel Ángel de su hermano. Era un niño grande “sin malicia”, que montaba cuatrimoto, tarareaba hip hop y escuchaba apasionado a Cypress Hill, su banda favorita. Grande como era -medía como 1.80- temía a las alturas. Tanto que alguna vez tuvo que bajar de un helicóptero ya en despegue. No pudo con el vértigo y comenzó a gritar, contó el piloto.

Misael había dejado Notiver hacía poco más de un año antes de su muerte. Había vuelto como fotógrafo a la oficina de Comunicación Social de Boca del Río. Era la tabla de salvación para los fotógrafos que no alcanzaban a llegar a los actos oficiales. “Lo queríamos”, recuerda un fotógrafo veracruzano.

Unos días antes de su asesinato, en una reunión con amigos donde el tema obligado fue la situación en Veracruz y los acontecimientos violentos, Misael sólo comentó: “Esta cabrón y se va a poner peor”.

A Misael López Solana lo asesinaron la madrugada del 20 de junio de 2011 en su casa. Murió acribillado junto con su padre, el periodista y columnista de Notiver Miguel Ángel López Velasco, a quien todos conocían como Milo Vela, y su madre Agustina Solano. Hasta ahora, nada saben las autoridades sobre los responsables.

 

Información adicional

  • Autor/a: Elia Baltazar
  • Bio autor/a: Periodista independiente y cofundadora de la Red de Periodistas de a Pie.

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