Este proyecto fue primero una voluntad común contra el olvido y la impunidad, luego un libro y ahora esta página que guarda memoria de los periodistas y trabajadores de la información asesinados y desaparecidos en México desde el 2 de julio de 2000, cuando inició la alternancia democrática, hasta el día de hoy.

El libro, que editamos en 2012 y que guardaba las 127 hojas de vida de los periodistas y trabajadores de la información asesinados o desaparecidos durante las dos primeras legislaturas de la alternancia democrática, no está a la venta. Nunca lo estuvo. Sólo fue posible adquirirlo en la página que Goteo.org nos abrió para hacer una campaña de crowfunding que nos permitiera hacerlo. Las donaciones y la colaboración editorial y logística de la UdeG, sirvieron finalmente para hacer 1500 ejemplares que regalamos en el VIII Encuentro Internacional de Periodistas: Los otros caminos de la información, que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, donde lo presentamos.

Aunque en este espacio virtual, aquel proyecto, lamentablemente sigue creciendo.

Siéntanse libres de difundir este trabajo para hablar de los riesgos que corren los periodistas de México y la situación que atraviesa el país. Éste es un proyecto creado con la filosofía Open Source que otorga implícitamente permiso para reproducir, distribuir y compartir el material publicado en esta web con la única condición de citar su procedencia, en atención a los autores y al conjunto del trabajo realizado. 

 

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FRANCISCO ORTIZ MONROY

Los desconocidos

 

Francisco Ortiz Monroy. 48 años. Casado. Dos hijas. Corresponsal del Diario de México en Tamaulipas. Asesinado en Camargo, justo en la frontera de México con Estados Unidos. El 5 de febrero de 2008. Veintitrés minutos después del mediodía.

Salía del Palacio Municipal construido en el Siglo XIX, en la esquina de las calles Iturbide y Flores, Zona Centro. Varios hombres se bajaron de una camioneta y comenzaron a dispararle.

Lo mataron los mismos que parecen haber asesinado a decenas de periodistas en la última década en México: Unos desconocidos. Los Desconocidos. 

Los primeros días después de su muerte, en los periódicos lo llamaban “presunto periodista” porque no habían confirmado su afiliación laboral. Los medios locales aseguraron que había muerto “en un fuego cruzado entre soldados y criminales”, pero omitieron una información importante: Francisco Ortiz Monroy corrió y corrió hasta que encontró una puerta abierta en una casa y ahí buscó refugio. Y hasta ahí lo siguieron Los Desconocidos para darle muerte. Ocho balazos le metieron. Pum, pum, pum, pum, pum, pum, pum, pum. Eso no es fuego cruzado.

Su último respiro es el de su último retrato. Acostado, sobre una cama sencilla con un cobertor rojo. Una cama ajena. El callejón sin salida. Ese último retrato muestra a un hombre tendido boca arriba, sin camisa, que aparenta una edad menor que los 48 años del registro. El cabello negro azabache. Espeso. La piel cobriza. El rostro con una expresión mucho menos macabra de la que uno imaginaría. El maxilar inferior abierto, que permite ver la dentadura casi en una sonrisa. La última. La de la muerte.

Cuatro años después, en El Diario de México nadie se acuerda de Ortiz Monroy. El nuevo director, Luis Rodríguez, pidió información sobre él y su redacción le respondió que no lo conocían. Que no creían que ese muerto hubiera trabajado para ellos. 

Hace cuatro años, poco después del asesinato, uno de los editores del periódico, Abel Magaña, habló con Reporteros Sin Fronteras y confirmó la relación laboral. Luego dijo dudar de que su muerte tuviera relación con su trabajo. “Nos enviaba notas de vez en cuando, es decir noticias oficiales generales, que no tienen nada que ver con narcotráfico”.

            Ortiz Monroy solo cubría la fuente oficial, jamás habló de narcotráfico y en Camargo la violencia es patrimonio de los narcos. Es decir, Unos Desconocidos. A lo mejor por eso el Gobernador dice que ahí no pasa nada.

Ésta es la entrada de una de sus notas, escrita dieciocho meses antes de su muerte: “El gobernador de Tamaulipas Eugenio Hernández Flores participará en la 24 Conferencia Binacional de Gobernadores Fronterizos de México y Estados Unidos, que se celebrará en la ciudad de Austin, Texas. En esta Cumbre de Gobernadores Fronterizos, que iniciará el jueves 24 y terminará el viernes 25 de agosto, estarán participando un total de diez mandatarios estatales, cuatro por parte de Estados Unidos y seis por México”. 

Por eso dicen que su asesinato no tuvo nada que ver con su trabajo, porque sólo publicaba este tipo de historias. Comunicados oficiales. Boletinazos. Pero cómo saberlo si no hubo investigaciones; si no hay sospechosos; ni móvil; ni siquiera consenso sobre cómo lo mataron. Nada.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos, que da seguimiento a los asesinatos de comunicadores, emitió un informe en agosto de 2009 en el que registraba, desde 2004 y hasta la publicación del informe, 29 asesinatos y desapariciones de comunicadores, entre ellos el de Ortiz Monroy. En 23 de ellos, denunciaba, “a la fecha no se ha resuelto la averiguación previa correspondiente, no se ha logrado identificar al o los probables responsables de los hechos ocurridos en contra de los comunicadores ni se ha determinado el motivo y las causas que ocasionaron la agresión”.

            Cómo saber si a Francisco Ortiz lo mataron porque a alguien le molestó una pregunta de más; o por una venganza personal; o por cualquier especulación que queramos incluir aquí. Cómo saberlo en todos los demás casos. Cómo, pues, saber si lo que ocurre en México son atentados contra la libertad de expresión, contra la prensa, o actos de violencia de otro tipo. Cómo entender lo que sucede, si nadie investiga; y cuando alguien investiga, nadie le cree porque todo el sistema está penetrado…

Camargo, Tamaulipas, según la información oficial disponible, es un municipio de agricultores y ganaderos. Un municipio trabajador y próspero merced al trabajo de esos ganaderos y agricultores. Aunque eso no explica las constantes balaceras, los muertos, las calles solitarias, el silencio y el miedo en la llamada Frontera Chica.

Los quince minutos de fama de Camargo no están en sus páginas oficiales. Los vivió en 2011, cuando el Ejército mexicano allanó un taller mecánico y decomisó varios ‘monstruos’: camiones blindados de narcotraficantes. Están construidos con placas de acero de una pulgada. Para destruirlos es necesario utilizar armamento antitanque. Ahí, en el municipio en el que no pasa nada. En el que nadie sabe y probablemente no sabrá nunca qué pasó aquel 5 de febrero de 2008, cuando fue asesinado Francisco Ortiz Monroy.

Al cierre de esta nota, dos ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores, esos que emitían comunicados que Ortiz Monroy convertía en notas para su periódico, están prófugos acusados de vínculos con el narcotráfico y más de 30 de sus propiedades han sido allanadas. No pasa nada. 

Información adicional

  • Autor/a: Carlos Dada
  • Bio autor/a: Periodista salvadoreño. Fundador y director editorial del Faro y Premio Maria Moors Cabot 2011.

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