La impunidad que nos mata
Dos moños coronan el portón negro de la casa de los Castillo Téllez. Uno negro y otro blanco. Padre e hijo asesinados el mismo día. Por los mismos delincuentes. Por la misma impunidad.
Ángel Castillo Corona, de 48 años, fue asesinado la madrugada del domingo 3 de julio del 2011 junto a su hijo, Ángel Castillo Téllez, de 16. Regresaban de una junta en la presidencia municipal de Ocuitla, dónde Castillo Corona era director de Comunicación Social. Había que ultimar algunos detalles de las elecciones del día siguiente, en las que Eruviel Ávila se alzaría como gobernador del Estado de México. Cuando lo requerían en sábado, Ángel Castillo se llevaba a su hijo con él. Para que fuera aprendiendo el oficio. El muchacho apenas iba a cumplir los 17 años en agosto, pero ya sabía que quería ser periodista como su papá.
Algunos días se quedaban a dormir en Ocuitla para no viajar de noche. Pero el 3 de julio de 2011, quisieron regresar. Y ya no llegarían con vida. Un grupo de presuntos asaltantes había colocado unas piedras en medio de la carretera Santiago-Chalma para detener los vehículos. El Ford Fiesta en el que viajaban Ángel y su hijo chocó contra esas piedras y los delincuentes los abordaron. Ángel se habría resistido hasta perder la conciencia. Golpeado a pedradas. Su hijo salió corriendo y los delincuentes lo atropellaron.
Un camión encontró el cuerpo de Ángel padre horas más tarde, a las 3.30h de la madrugada, casi sin aliento. Aunque no lo internaron en el hospital hasta pasadas las 6h.
Un telefonazo despertó a Carmen Téllez en su casa de Ocoyoacac a las 7h de la mañana. Su marido estaba en el hospital moribundo. De su hijo, ni rastro. La esposa avisó a las hijas. Y Marisela, la mayor, recorrió hospital por hospital en busca de su hermano Ángel. A las 10h las avisaron: ambos habían fallecido.
Sus fotos presiden hoy el salón de la casa familiar, la chimenea, la librería… Pareciera que cualquier domingo regresan a comer, como habían prometido ese día antes de salir. Pero no, ni los periódicos traen ya su nombre.
Ángel Corona llevaba más de una década como director de comunicación social, pero nunca dejó de escribir en prensa. Era su pasión. Siempre batalló por hacerlo dignamente. Junto a otros compañeros fundó el grupo 80 Periodistas del Valle de México, del que fue presidente. En cualquier foro sobre libertad de expresión, o derechos profesionales, allí estaba él. Tampoco se perdía los partidos de futbol que organizaban reporteros contra fotógrafos y camarógrafos. Ni las pachangas.
En su casa guardan todos sus artículos. Fue el corresponsal en el Estado de México de Novedades y luego del Diario de México. Y finalmente, harto de la precariedad laboral del corresponsal colaborador, se empleó en la administración. Aunque siguió escribiendo en el Diario de México y en el periódico El Portal, de Toluca.
Su filón era la crónica política.
Cuando lo asesinaron, ni el palacio municipal ni la Procuraduría quisieron hacer mucho revuelo. Las malas noticias no convienen y menos en elecciones. Pero no pudieron evitarlo. Los compañeros exigieron a la Procuraduría que esclareciese el asunto. No era el primer comunicador asesinado en el estado pero fue la primera vez que varias asociaciones periodísticas se unían para denunciar la muerte.
A Ángel no lo mataron por su profesión pero sí por la impunidad que se mantiene en la región. Fue el 43º asalto registrado en pocos meses en el mismo tramo de carretera por la policía estatal. Sin embargo nunca se habían resuelto ninguno de esos casos. Los periodistas se reunieron con el Procurador, hicieron una marcha estatal, no dejaron de preguntarles en las conferencias de prensa al Procurador y al alcalde. Reporteros Sin Fronteras se hizo eco. La UNESCO condenó el asesinato. Y finalmente, al cabo de un mes, detuvieron a cinco jóvenes: presuntos integrantes de una banda de robacoches que operaría en esa carretera. Cuatro de ellos cumplen condena. El que confesó haber arrollado al hijo de Ángel, está en la prisión de menores. Alegó que estaba borracho. Tiene la misma edad que tendría hoy el aprendiz de periodista.