Este proyecto fue primero una voluntad común contra el olvido y la impunidad, luego un libro y ahora esta página que guarda memoria de los periodistas y trabajadores de la información asesinados y desaparecidos en México desde el 2 de julio de 2000, cuando inició la alternancia democrática, hasta el día de hoy.

El libro, que editamos en 2012 y que guardaba las 127 hojas de vida de los periodistas y trabajadores de la información asesinados o desaparecidos durante las dos primeras legislaturas de la alternancia democrática, no está a la venta. Nunca lo estuvo. Sólo fue posible adquirirlo en la página que Goteo.org nos abrió para hacer una campaña de crowfunding que nos permitiera hacerlo. Las donaciones y la colaboración editorial y logística de la UdeG, sirvieron finalmente para hacer 1500 ejemplares que regalamos en el VIII Encuentro Internacional de Periodistas: Los otros caminos de la información, que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, donde lo presentamos.

Aunque en este espacio virtual, aquel proyecto, lamentablemente sigue creciendo.

Siéntanse libres de difundir este trabajo para hablar de los riesgos que corren los periodistas de México y la situación que atraviesa el país. Éste es un proyecto creado con la filosofía Open Source que otorga implícitamente permiso para reproducir, distribuir y compartir el material publicado en esta web con la única condición de citar su procedencia, en atención a los autores y al conjunto del trabajo realizado. 

 

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BONIFACIO CRUZ SANTIAGO

Con la ‘Cruz’ a cuestas

 

En los tiempos de la bala y de la sangre en México, su turno en la ya larga lista de periodistas acribillados les llegó a las 9:45h de la mañana del 7 de febrero de 2008. Los asesinos vaciaron sus pistolas 9mm sobre la humanidad del director del periódico El Real de Chimalhuacán, Bonifacio Cruz Santiago. Tenía 66 años y fue ultimado, junto a su hijo Alfonso, mientras esperaba en la calle Obreros número 5 del barrio Xochiaca de Chimalhuacán al síndico de la Alcaldía Raymundo Olivares Díaz. Era jueves.

El veterano reportero se desplazaba en una camioneta Grand Caravan verde de matrícula PZF1935, y había dejado dicho que iba a tratar “un asunto de terrenos” con el funcionario. Cuando llegó al lugar tres sicarios de menos de 25 años le dispararon con sevicia, seis tiros en total, cuando ya había descendido del vehículo. Aguantó como pudo e incluso se dice que en un centro clínico cercano se negaron a atenderlo. Qué más daba, esos gusanos metálicos ya lo habían desgarrado por dentro. Vino a morirse en el Hospital General 90 Camas.

Algún testigo contó que los matones, antes de consumar el artero crimen, gritaron apurados “¡Raymundo, Raymundo!”, con lo cual se echó a rodar la tesis de que el periodista fue asesinado por una simple confusión, que la verdadera víctima era el síndico Raymundo Olivares Díaz, que el crimen del director del periódico quincenal El Real, que circula en Nezahualcóyotl, se debió a un gazapo del destino. Una hipótesis sospechosa porque parecido físico entre Olivares y Bonifacio Cruz no había: éste no usaba bigote, el funcionario sí, y los colores y modelos de sus carros eran muy distintos. Además, los investigadores descubrieron en la dantesca escena 15 casquillos de bala. Una exageración, se diría, para creer la versión de un doble homicidio por error.

Los gatilleros también dejaron heridos a dos funcionarios del ayuntamiento: Guillermo Ríos Pérez y Ubaldo García Sandoval, de 24 y 54 años respectivamente. En esos instantes eternos en los que la sangre corría mientras las sirenas de las ambulancias y la policía llegaban al lugar, los tres sicarios descendieron por la misma calle hasta la plaza del barrio Xochiaca donde los esperaba un Chevy color gris para emprender la huida. El expediente por el delito de homicidio y lesiones personales se formalizó bajo el radicado CHIM/1/638/08, pero apenas se avanzó en los trámites formales. Los familiares y colegas de Don Boni -como solían llamarlo en la redacción del Real- pidieron protección y se quejaron ante autoridades municipales, del Estado de México y hasta con el presidente Felipe Calderón por la lentitud del proceso.

Y además sembraron sospechas sobre Raymundo Olivares, un funcionario con intereses cruzados sobre unos terrenos en disputa, ocupados supuestamente por hombres muy poderosos que obligaron el desplazamiento de una de las comunidades de Chimalhuacán. De hecho, el día anterior al asesinato de Cruz, una veintena de personas llegó hasta el despacho de Olivares para protestar por estos hechos pero no lo encontraron. ¿Sobre estos asuntos versaba la investigación del director del periódico El Real? En su momento, el secretario del consejo estatal y presidente del PRD en el municipio, David González Magaña, solicitó a la Procuraduría General de la República que investigara a fondo los pasos de Olivares en relación a este hecho. Todo ha quedado en el pantano de las declaraciones y los cuatro nietos que dejó Bonifacio aún no saben quién asesinó a su abuelo esa mañana de febrero de hace más de cuatro años.

La tesis más explorada por las autoridades en este caso es que se trató de una confusión. En los tiempos de la bala y de la sangre, qué paradójico que en uno de los países más violentos en el mundo para ejercer el oficio, un periodista hubiera terminado asesinado con tal sevicia por culpa de una equivocación que nadie compra en Chimalhuacán.

Información adicional

  • Autor/a: Juan David Laverde Palma.
  • Bio autor/a: Editor judicial del diario El Espectador de Colombia.

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