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El cuerpo: necesidad para la vida en las exhumaciones de fosas clandestinas

El cuerpo: necesidad para la vida en las exhumaciones de fosas clandestinas Bordamos por la Paz

El cuerpo y el vínculo

El cuerpo es indispensable en la vida. No hay cuerpo sin categoría, incluso la categoría de Sin Nombre los incluye en una exclusión, por lo tanto, el cuerpo no está sólo, el cuerpo no está sin significantes, muchas de las veces constituye el significante de la vida. Ahora bien, la vida es relación. Desde el nacimiento, desde la alimentación, desde las caricias de los padres a sus hijos, desde las palabras y las escuchas, desde el crecimiento, las fotografías, los cumpleaños, los sueños, las ilusiones. Bien, todo esto se piensa con estas dos líneas: cuerpo y vida.

El cuerpo está vinculado hacia y en la vida. El vínculo es lo que permite que mi nombre tenga una resonancia más allá de la pronunciación, que sé que cuando me digo estoy enunciando a toda mi familia y mi familia me enuncia. Ya sea que sólo mi madre o mi abuela o mi tío o mi padre me hayan dado lugar en el mundo del lenguaje, ellas o ellos son con los que tramité los vínculos para ser lo que desearía ser.

La vida del cuerpo está entonces en toda la poética del vínculo que da lugar a su nacimiento. La vida del cuerpo es entonces no sólo el latir del corazón, sino el latir de nuestras palabras que andan en su búsqueda, porque con nuestra palabra plena, con nuestra palabra verdadera, con la que se siente desde lo desconocido de nuestra existencia, que al pronunciarla damos lugar a nuestro paso en el mundo; esta palabra plena que llama a los desaparecidos es el vínculo hacia la vida en y con el cuerpo.

La palabra plena que enunciamos con la exigencia, interpelando a los otros, interpelando al Estado, interpelando al crimen organizado y a la par, proyectando nuestro horizonte como el paso indomable a la recuperación de la vida en el vínculo con el cuerpo.

Entonces la vida del vínculo con el cuerpo tiene sus procesos para la continuación de la vida. Hay quienes hablan de duelo alterado, hay quienes dicen que se debe “dar por muerto” al desaparecido y “resignarse en su búsqueda”. Hay quienes frente a la búsqueda de los familiares quieren encerrarla con sus prejuicios y estereotipias, dicen que es un acto irracional, dicen que están locas, dicen que son criminales. Con esto buscan doblegar la verdad del amor bajo la égida del saber institucional: no saben que la verdad de la vida en el vínculo es poética de proyección al encuentro con los familiares; las instituciones no entienden de poesía.

Por lo tanto, la poesía arropa el camino, proyecta la voz al horizonte hacia la continuación del proceso del vínculo en la vida. El vínculo en la vida necesita la materialidad del cuerpo para continuar con su propio proceso. La materialidad del cuerpo es la verdad buscada desde el amor y la fe en el horizonte propio del vínculo. Por lo tanto, la verdad del cuerpo es una necesidad de vida que se abre a la disputa: los familiares exigen la verdad del cuerpo y su cuerpo les exige enunciarse en verdad. Esto es: porque sentimos es que decimos, porque decimos es que damos sentido. Así, entonces, la verdad del cuerpo es la verdad del vínculo.

En este sentido, la verdad del cuerpo es la necesidad para continuar con los procesos del vínculo. Dice en un comunicado Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León “Si encontramos a los familiares con vida nuestra felicidad será total, si los encontramos sin vida, nosotros habremos recuperado la vida.”

Búsqueda y exhumación

El vínculo como proceso epistemológico, como construcción de conocimiento desde la verdad del sentido, abre las vías hacia la comprensión del contexto sociopolítico donde está anudado, esto es, por la necesidad del vínculo de encontrar la verdad del cuerpo es que necesitamos conocer todas las texturas y los alambres de púas por donde fue llevado a su desaparición. Aquí es donde encontramos que en México, las instituciones tienen una constitutiva ambivalencia en su quehacer de justicia y verdad.

Las formas de gobernabilidad de las emociones en México han tensionado tanto la ética y la dignidad que no podemos hablar de un objetivo de reconocimiento al otro su quehacer. En este sentido, la violencia ha continuado tanto en las oficinas de gobierno como en las calles. Una violencia que tiene décadas en su dejar hacer, una violencia que se dejó hacer por la complicidad de oficinas de procuración de justicia.

La violencia ha dejado un campo de exterminio en cada espacio de excepción de justicia y ley; espacios de excepción logrados a partir de años de enfrentamiento entre el Estado y el crimen organizado, con funcionarios que por acción u omisión dejaron libre juego al mercado de las drogas, un mercado que no tiene ninguna apuesta ética ni de reconocimiento y no lo tiene, además por su mismo surgimiento, también porque sólo aprendió a usar las armas para hacerse de esos espacios de libre tránsito de las mercancías: todo lo demás es, para ellos, menos que excremento.

Lleno de fosas clandestinas, con los cuerpos disueltos en ácido, con los espacios fulminados en esperanza, con la fuerza de hacer que todo lo demás sirva al mercado de las drogas, para hacer que todo lo humano pierda el ropaje de cualquier filosofía política que considere que una vida vale la pena de ser vivida: ahí, en el crimen organizado consolidado por el dejar hacer del Estado, la vida ni siquiera es una palabra que signifique algo.

Dejados ahí, los restos de personas, la vida llama a su nombramiento; pero la vida del vínculo, la vida de los familiares, la vida del cuerpo sintiente. Dejados ahí, el aprendizaje desde el vínculo no es omiso al contexto sociopolítico de México, sino que, a pesar de él, recupera la fuerza del vínculo como proyección de vida en el encuentro del cuerpo.

La búsqueda de vida es la búsqueda del cuerpo, es el encuentro con los cuerpos. Y en este contexto de guerra contra el crimen organizado, los cuerpos emergen desde hace años en fosas clandestinas. Los cuerpos están ahí esperando el encuentro del amor por el vínculo que enuncia la palabra plena del cuerpo sintiente. Así, vamos dando paso a la importancia de los procesos del vínculo desde la verdad del cuerpo.

El duelo tiene sentido porque los cuerpos se encuentran en su verdad. Por eso el acompañamiento psicosocial en fosas comunes y fosas clandestinas permite abrir hacia la textura de la palabra plena que de sentido nuevamente al proceso del vínculo. Por eso la búsqueda es tan insistente y fuerte, porque está anudada desde la vida misma y la vida como tal es indomable, es potencia pura. La búsqueda seguirá en cada rincón del país, en cada cuadrante, en cada campo, en cada brecha, en cada suspiro, en cada descanso, en cada momento reflexivo, en cada palabra que llama a su encuentro.

Por eso el duelo con la verdad del cuerpo es necesario para continuar con los procesos. Que no se olvide, que la justicia y la verdad son parte del procesos, paralelos, entrecruzados, retroalimentados, trenzados. La verdad y la justicia se dan desde la verdad del cuerpo. ¿Quién lo puso ahí? ¿Por qué se lo llevaron? ¿Quién permitió esto? Y demás preguntas que reconocen que el duelo tiene también líneas sociopolíticas que llaman a la justicia.

El duelo es tanto un proceso íntimo como, en estos casos, un llamamiento a la memoria, a la verdad y a la justicia, porque se los llevaron en contra de su voluntad, porque negaron información sobre su paradero, porque criminalizaron y revictimizaron el dolor y el amor, porque querían lavarse las manos diciendo que estaban trabajando en la búsqueda y sólo se convertían en un expediente más.

Por eso seguiremos buscando a los desaparecidos, porque la justicia no entiende del vínculo, de la poética del amor por la verdad de los cuerpos. Por eso es importante seguir proyectando nuestra palabra plena hacia la verdad del amor. Por eso el acompañamiento en la exhumación de restos es indispensable empujar para el encuentro con la verdad.

 

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Baruch Martínez Treviño
  • Fecha: 13 de febrero de 2017

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