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Espejos rotos: fragmentación y ocultamiento

Llega a Espejos Llaterales la colaboración de Lucía Melgar, actualmente académica invitada en la UIA; Doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago. Ha sido coordinadora de investigación y proyectos académicos del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM, profesora-investigadora de este mismo programa, del ITAM, del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) en El Colegio de México (2003-2006). Su trabajo como crítica cultural y activista, es bien conocido. Lucía forma parte del grupo Ni Uno Ni Una más.

Sus temas de investigación y reflexión, serán parte regular de las entregas de Espejos Laterales.

La acumulación de violencias que día a día nos agobia amenaza con traumatizarnos y dejarnos mudas  ante el horror. Lo indecible, lo intolerable parecen marcar el paisaje que recorremos, desde la primera fotografía en el diario, hasta la última noticia.  En los medios, en el discurso oficial, la realidad se aplana  y se fragmenta. La violencia criminal se transmuta en estigma que afecta a la víctima, el asesinato se convierte en venganza, la violación tumultuaria se vela como “levantón” y se acalla como  vergüenza personal.  El  lenguaje se contamina de espanto, la mirada se congela, estupefacta, en un solo punto, vacío de sentido, en que  palabra y  pensamiento han estallado. Como en un espejo roto, vemos sólo fragmentos.

Fragmentar el pensamiento, el lenguaje, las vivencias, para mejor negarlas, destacar algunas escenas y difuminar otras, trastocar la interpretación de los hechos para incorporarlos en una ficción inverosímil, forma parte del discurso oficial de la guerra  que vivimos y contribuye a la confusión y a la parálisis. No se trata , sin embargo, de una estrategia novedosa; es,  por el contrario, un recurso  ya probado  con que el aparato de poder y la sociedad  se han sacudido antes el terrible peso que implicaría reconocer el dolor y la explotación de la mayoría de la población. En efecto, indígenas, pobres y mujeres saben desde hace siglos que  la violencia  constituye un continuum de humillaciones, despojos, agresiones, sangre y muerte, Sin conformar en modo alguno un tejido lineal homogéneo, las violencias se entretejen y retroalimentan.

Así, por sólo dar un ejemplo, la actual embestida del clero y de los partidos contra las mujeres mediante reformas constitucionales quedanfeminicidio personalidad jurídica al óvulo fecundado, no puede deslindarse de la discriminación  contra las niñas, ni de la cosificación del cuerpo femenino, ni del feminicidio que antecede en saña e impunidad a los crímenes de guerra más recientes. Por ello, conceptos dizque obsoletos como “misoginia” o “violencia patriarcal” han recobrado vigencia contra la fragmentación, funcional para el sistema, que implican términos como “violencia doméstica”,  o  la trivialización del “feminicidio”, formas de privatización y ocultamiento de la violencia social  e institucional.

Recuperar esas otras experiencias de dolor y  sobrevivencia que  la guerra actual ha ido ocultando,  es  un acto de memoria  necesario y, sobre todo, un acto de resistencia ante la irracionalidad. Iluminar esas violencias previas y laterales es también darle sentido al presente y renovar el poder de la palabra para decir “verdad” y exigir “justicia”.  En ese camino andamos.

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