A+ A A-

Atajar los miedos: el retorno de los Pitufos asesinos y el Hada del guayabo

En épocas de incertidumbre la imaginación se desata y los imaginarios sociales despliegan su poder nominativo para acceder a un mínimo de control (y esperanza) sobre una realidad que desborda la racionalidad cotidiana.

Los “relatos fantásticos”, los mitos o leyendas urbanas, las advocaciones marianas, la aparición de seres imposibles, han sido, entre otros, dispositivos recurrentes para referir de manera indirecta la crisis, la ausencia de sentido y, también la violencia brutal en la sociedad mexicana (y de otras muchas). De las cadenas de correos con largos y alucinantes mensajes sobre bandas (maras, en muchos casos) que se desplazan en autos por las calles y carreteras oscuras persiguiendo a inocentes y atemorizados automovilistas; los consejos para evitar ser secuestrados por una bella y confiable mujer en el estacionamiento en un centro comercial; el retorno de los Pitufos que por la noche cobran vida y asesinan a pequeños niños inocentes (ver el extraordinario estudio doctoral de Margarita Zires “El rumor de los Pitufos”); hasta la reciente aparición de la ya famosa “Hada del Guayabo” y su “sorprendente” éxito, estos dispositivos son formas de expresión de los profundos malestares sociales que nos habitan; son más que un signo, un síntoma en momentos de crisis.

 

Escuchar estos rumores, otorgarles un estatuto cognitivo como recomienda Mircea Eliade, permite sacarlos de su secuestro banal, mediático y residual para ponerlos a funcionar en un registro analítico de las disoluciones, el vértigo, la catástrofe. Ellos operan un deslizamiento de los “temas” que preocupan, que duelen, para los que se carece de discurso, son mecanismos para atajar la discontinuidad y conferir –de algún modo-, una mínima certeza de vida, de pacto social. Ellos obturan una realidad demasiado brutal y muestran que, a contravía de los comienzos del siglo XX, lo que hoy se desencantan son las formas políticas del mundo y se fortalece el pensamiento mágico y la “razón emocional”.

 

Tenemos miedo, a la globalización, al narcotráfico, a la inviabilidad de nuestras precarias economías, a la desilusión constante frente a los nuevos políticos, a la guerrilla, al SIDA, al crimen organizado, a la policía, a la erosión paulatina de lo público, a ser borrados de las listas (en la escuela, en el trabajo), al otro. Tenemos miedo al mal de ojo, a no aplicar de manera correcta las indicaciones del Feng Shui, al robo de órganos, al chupacabras, a los extraterrestres, a la oscuridad del fin del mundo.

No es desestimando estas expresiones “supersticiosas” y “propias del pensamiento arcaico”, como podremos escuchar lo que esconden, lo que dicen en un lenguaje otro, el del ruego encarecido, el del exorcismo de los males que nos aquejan, la enorme necesidad de ceder ante la creencia.presenciando el milagro

Hoy, indudablemente los grandes medios operan como cajas de resonancia de estos dispositivos de alma antigua; pero no agotan la explicación posible. Que cientos de personas acudan a presenciar el prodigio de una hadita muerta y conservada en formol y paguen la módica suma de 3 o 5 pesos para convertirse en testigos del suceso; que muchos niños de hoy revivan el rumor de los Pitufos, se inscribe en un imaginario perseguido por múltiples malestares: desde el terror a la disolución, la ausencia de un sentido que logre poner en clave inteligible los despedazados, los descuartizados, los decapitados que pueblan el espacio próximo hasta la esperanza de que en algún lugar, el milagro y el prodigio son aún posibles.

 

pitufos asesinos

 

Estos dispositivos no son bloqueo psicoanalítico ni retorno milenarista, son fundamentalmente un habla, un dialecto que vehiculiza la indefensión y el miedo.

Por ello, restituir politicidad al espacio público es fundamental.

Información adicional

  • Por: : Rossana Reguillo

TESTIGOS PRESENCIALES

ESTADO DE LA REPÚBLICA

DESAPARECIDOS

PRENSA AMENAZADA

RECIBE NUESTRO BOLETÍN

Nombre:

Email:   

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010