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Caravana de la Paz. Día 10. Xalapa, el espejo del norte

Caravana de la Paz. Día 10. Xalapa, el espejo del norte*

Por Daniela Pastrana

Xalapa, Veracruz.- “Una ciudad con el empuje cultural de Xalapa no puede ser rehén de la delincuencia”, dice, en medio de la multitud que se aprieta en la Plaza Lerdo, el profesor Vicente Espino, director del Colegio Preparatorio, mejor conocido como Prepa Juárez.

Ahí estudiaba Gaby Benítez, una joven de 17 años que desapareció en esta ciudad el 13 de junio pasado, a dos semanas de terminar su instrucción de bachillerato. Su caso se ha convertido en un emblema de la violencia creciente que hay en este estado.

 

“No puedo quedarme callada”, dice la madre de Gaby, Bárbara Martínez, veterinaria de 52 años que no ha cesado de mandar correos electrónicos y poner carteles por toda la ciudad para pedir informes de su hija, y que ha formado una asociación civil para ayudar a otras personas a encontrar a sus seres queridos. Ahora viene a exigir al gobierno que no le quite de las calles los carteles con la fotografía de su hija.

 

“Cuando es política se tapiza la ciudad de personas que ni nos importan, pero cuando se trata de nuestros hijos quitan los carteles”, reclama. “Las autoridades pierden mucho tiempo en desprestigiar a las víctimas”.

La de Xalapa es una de las concentraciones más emotivas de la Caravana de la Paz en su marcha por el sur. También es una de las más grandes que recuerden los xalapeños, que salieron a las calles a encarar al gobernador Javier Duarte y demostrar que en el estado del "no pasa nada" la gente vive en medio del horror.

“Una gran ola de desaparecidos en las últimas fechas se han hecho presentes en la ciudad de Xalapa (…) Queremos respuestas. Queremos justicia. Queremos vivir con seguridad”, dice un mensaje de jóvenes universitarios que convocaron a la manifestación desde las redes sociales.

La poeta Esther Hernández Pazos da la bienvenida a la Caravana con una cita de un autor turco: “Nosotros no nos diferenciamos por lo que somos, sino por los muertos que lloramos”.

Xalapa, dice la poeta que perdió a su hija Irene el 6 de junio de 2010, “es hoy un manantial de lágrimas y sangre, de angustia y de dolor” por “esta maldita guerra”.

"Escúchennos, señores del gobierno, no hay lugar en este vacío que somos para otra cosa que no sea el dolor, y ese es el dolor que les llamamos, es el dolor que nos vuelve dignos y verdaderos", dice desde el templete.

Habla también Janette Figueroa, una joven delgada que apenas contiene el llanto. Cuenta de viva voz la historia –que se reparte en volantes por toda la plaza– de su padre, Joaquín Figueroa Vásquez, y dos compañeros de trabajo, Tito Landa y Raúl Tecatl Cuevas, quienes el 17 de junio fueron detenidos, torturados y ejecutados.

La joven acusa al Ejército y a las policías estatal y federal no sólo del asesinato, sino de presentarlos como sicarios. Reivindica a su padre y demanda que se investigue, que devuelvan al muerto la dignidad que tuvo en vida. Y advierte a las autoridades: “No tenemos precio”.

“Cuando pedimos justicia nos desprecian porque somos pobres, nos quieren comprar para que ya nos callemos, pero no: queremos que sepan que mi padre no era un sicario. Joaquín Figueroa era un hombre honesto”.

También se presentan los familiares de María de Jesús Bravo y Gilberto Martínez, twitteros encarcelados y que enfrentan cargos por sabotaje y terrorismo por difundir en la red social información equivocada sobre ataques a escuelas en el puerto de Veracruz el 25 de agosto pasado. “Libertad”, grita a coro la multitud en la plaza cuando se presenta su caso.

Carlos Castro no sube al templete. Sombrío, ajeno a las consignas y a los cantos, marcha con una gran manta, la misma que llevó a la capital del país el 8 de mayo, con las imágenes de cuatro mujeres: su esposa, Josefina Campillo; sus dos hijas, Joanna Monserrat y Carla Verónica, y la empleada de su casa, Araceli. El 6 de enero, mientras él trabajaba, unos hombres entraron a su casa y se llevaron a todas. Desde entonces, nada sabe de ellas. “Estamos igual, como al principio”, dice con los ojos húmedos.

Xalapa es quizá la parada que más se asemeja al terror que se conoció en la caravana al norte, en junio pasado.

Lo advierte el poeta Javier Sicilia, que equipara las ejecuciones extrajudiciales de Joaquín Figueroa y sus compañeros con los "falsos positivos" de Colombia, y demanda al gobierno de Veracruz la liberación inmediata de los twitteros acusados de terroristas, que equipara con el delito de sedición para criminalizar a los estudiantes en 1968. "El país se nos está yendo de las manos. Si nos domina el miedo nos va a destruir como nación".

 

*Este texto fue publicado originalmente en el Blog de la Redacción de la Revista Magis

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