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Caravana del Sur. Día 11. Marineros a la mar...

Caravana del Sur. Día 11. Marineros a la mar... *

Por Daniela Pastrana

Ciudad de México.- Fueron once días y más de tres mil kilómetros de carretera; 24 actos en ocho estados del sureste. Unos bajo la lluvia y otros bajo un sol sofocante; multitudinarios o con apenas un puñado de observadores. Camiones con baños clausurados. Campamentos acondicionados en gimnasios, escuelas, auditorios populares; albergues con regaderas o mangueras para la ducha y –según la organización del lugar– banquetes con música o lunch de tortas o tamales.

Rituales ancestrales. Desencuentros políticos. Tensiones. Miedo. Silencios. Llanto. Indignación.

221 casos nuevos para el registro de daños de la “maldita guerra”; 116 de ellos, desapariciones forzadas.

La Caravana del Sur, tercer periplo del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, bordeó el naufragio varias veces, pero al final regresó al puerto sin bajas y con marineros decididos a continuar el viaje.

 

 

Y nosotros los caravaneros / hemos hecho un barquito de ruedas / pa' luchar sobre la carretera / pues ya no se puede vivir en la guerra

La adaptación de la letra de "La Bella Lola", que les enseñó María Herrera –la mujer con el dolor de los cuatro hijos perdidos a cuestas– era cantada en el último trayecto en el camión 6, que llevó por el sur a media docena de padres y madres huérfanos de sus hijos.

“Ya me cansé de ser víctima. Ahora quiero trabajar para ayudar a otros padres que tienen el mismo dolor que yo”, contó, en Xalapa, Fernando Oseguera, quien busca a su hijo –estudiante de ingeniería industrial– desde 2007, cuando un comando armado entró a su casa y se lo llevó.

“El crimen organizado me hizo saber después que lo sentían mucho, que se habían equivocado y que ya me lo habían matado. Yo ahorita ando buscando sus restos (...) Baja California necesita esta marcha allá con nosotros”, había relatado antes, en un conmovedor testimonio en Chilpancingo.

Quizá la mejor definición de lo que esta caravana dejó a las víctimas de la guerra convertidas en activistas por la paz sea la que dio el chihuahuense Julián LeBarón, quien, cansado de manejar, se trepó a un camión de prensa en el trayecto de Coatzacoalcos a Xalapa: “El norte nos dio una muestra del dolor que hay en el país, pero el sur nos dio una muestra de la dignidad que hay en el país. Y necesitamos las dos cosas”.

De regreso al Zócalo de la Ciudad de México, donde once días atrás salió la caravana, Javier Sicilia delineó los motivos de esta nueva marcha, que unió los agravios y los dolores del norte con los del sur “para mostrar no sólo la emergencia nacional que nuestra clase política, encerrada en los búnkers de sus oficinas y en el bienestar de sus sueldos, no quiere mirar, sino la inmensa reserva moral de la patria cuyo corazón late abajo, arriba, a la izquierda, a la derecha, en el norte, en el sur, en el este y el oeste”.

“La herida abierta en Ciudad Juárez, a causa de la fallida estrategia de guerra del presidente Calderón, se ha ido extendiendo como una gangrena hacia el sur del país para juntarse con los dolores ancestrales que viven los pueblos indios y las comunidades del sur (... ) Guerrero y Veracruz se han convertido en réplicas de Ciudad Juárez, Monterrey y Tamaulipas”, aseguró el poeta, que en marzo perdió a su hijo Juan Francisco y que desde entonces encabeza este movimiento de víctimas.

En la mañana, en Xalapa, activistas y víctimas que acompañaron la caravana arroparon al poeta –víctima y líder a la vez– frente a los cuestionamientos que se le han hecho por dialogar con los poderes, por repartir besos y abrazos a los políticos, por el “desgaste” de su discurso, a veces contradictorio, y por las explosiones emocionales frente a los medios de comunicación.

“Javier Sicilia, esta es tu familia”, fue el lema inaugurado por los caravaneros en el auditorio del sindicato magisterial de Xalapa, cuando un espontáneo reconocimiento al líder social y al esfuerzo colectivo inyectó energías a los cansados viajeros, y un largo, larguísimo aplauso –de más de ocho minutos– cambió los rostros extenuados por llanto, sonrisas y abrazos.

¿Qué va a pasar mañana?

“No lo sabemos. Vamos resolviendo paso a paso”, respondió Sicilia a un reportero.


* Este texto se publicó originalmente en el Blog de la Redacción de la Revista Magis

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