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Arne y su Periscope, reality show y vigilancia disfrazada de transparencia

Arne y su Periscope, reality show y vigilancia disfrazada de transparencia elanden.com

Estamos tan acostumbrados a que los funcionarios públicos nos engañen, nos ignoren o nos maltraten, que cuando hay uno que hace algo que parece diferente nos maravillamos. Esto es lo que ha sucedido con Arne Aus Den Ruthen, autodeclarado city manager de la Delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México. El funcionario ha salido a las calles de la delegación armado con su teléfono celular y una cuenta de Periscope para evidenciar las conductas incívicas de los habitantes de la delegación en el programa #VecinoGandalla. En su cuenta hemos visto regaños a ciudadanos por estacionar mal sus coches, así como reprimendas a hombres y mujeres por tirar basura o por obstruir la vía pública. También hemos presenciado cómo algunos ciudadanos han insultado al city manager; siendo el caso más sonado cuando los guardaespaldas del empresario Raúl Libién lo golpearon, lo amenazaron y le robaron su celular después de que los exhibió con sus coches cobre la banqueta de Paseo de la Reforma. Después del incidente, muchos ciudadanos empezaron a considerar a Arne como una especie de héroe urbano. En uno de los comentarios al articulo “Periscope, polémica ‘arma’ de un funcionario capitalino” publicado en CNNExpansión un ciudadano expresa lo siguiente:

Yo estoy a favor de su método, tiene más ventajas que desaciertos, pero como dicen tiene que andar con cuidado para que no le puedan incurrir en responsabilidades administrativas y/o penales. Vecino gandalla se me hace excelente porque neta harta que se quieran adueñar de algo que no es suyo y si haces lo correcto te toca una chinga. Bien Arne sigue así, quisieramos más personas como tú en todo el país otro gallo nos cantara, pero que cada quien ponga su granito de arena. (sic)

Comentarios como el anterior abundan en los artículos que critican al funcionario, y fue mi hermano el que me dio la razón más sensata de la súbita admiración pública por Arne y su Periscope:  a cualquiera les gustaría poder evidenciar —y, sobre todo, humillar—a todos los Raúl Libiénes que creen que por traer un carro repleto de guardaespaldas las leyes no aplican para ellos. Y estas ganas de venganza mediática se podrían extender a los salvajes microbuseros que tratan al pasaje como ganado y creen que las avenidas son una extensión del autódromo Hermanos Rodríguez, a los prepotentes guardias privados de las camionetas de valores, o bien a los policías que han hecho de la extorsión y la mordida el revés de su labor ciudadana.

Para defender a su funcionario, la delegada Xóchitl Gálvez declaró que el Periscope es más útil que cualquier campaña que pueda implementarse desde la delegación. Si vamos detrás de estas declaraciones, lo que quiere decir la funcionaria es que la humillación pública funciona mejor que los castigos pecuniarios y las campañas de concientización. Entonces quizás debamos regresar a los métodos del Tribunal de la Santa Inquisición donde instrumentos como máscaras infamantes o cepos eran usados para exponer al escarnio público a los blasfemos, las adúlteras o los ladrones. En este sentido, estoy de acuerdo con Antonio Martínez cuando afirma que la humillación pública está muy cerca de los linchamientos que han ocurrido en diversas poblaciones del país. Permitir la humillación como política pública es aceptar que el Estado de Derecho es insuficiente.

Lo que está haciendo Arne Aus Des Ruthen es volver su trabajo un reality show con buenos y malos, sin que haya una investigación al respecto. Varios artículos, entre los que destaco el de Ignacio Burgoa y Fernando Esquinca en Horizontal, ya han destacado que el cargo de “city manager” no existe y que Arne no está facultado para decidir —y grabar— quién viola la ley y quién no. Otra cosa que quisiera rescatar del artículo de Burgoa y Esquinca es que hacen la división entre lo que podemos hacer los ciudadanos con nuestro celular y lo que puede hacer la autoridad.

Entonces, si como ciudadanos tenemos el derecho de hacer todo aquello que no está expresamente prohibido, él, como autoridad administrativa, solo puede hacer aquello que le está expresamente permitido. De eso va, en lo más básico, el principio de legalidad.

Esto me recuerda la diferencia que existe entre los términos surveillance (que traducimos como vigilancia) y sousveillance (un término para el que no tenemos traducción pero que podríamos definir como vigilancia desde abajo). La surveillance está representada por las cámaras de videovigilancia, los patrullajes, los mecanismos de intercepción telefónica, la minería de datos, entre muchas otros métodos que practica principalmente el Estado con la ayuda de grandes corporaciones tecnológicas. Por otro lado, la sousveillance es un término que acuñó Steve Mann cuando la llegada de las cámaras portátiles, los teléfonos celulares y otras formas de grabación cambió la balanza de poder entre los vigilantes y los vigilados. Para Mann, la sousveillance  es una especie de panóptico participativo que sirve fundamentalmente para evidenciar los abusos del poder, como puede ser la represión policial en una manifestación. Uno de los ejemplos más exitosos de lo anterior es el programa Copwatch, que aglutina a diferentes asociaciones de Estados Unidos y Canadá para investigar los abusos policiales y generar mecanismos para que los policías que los cometen sean castigados. En México, la vigilancia desde abajo está representada por los valientes periodistas y reporteros ciudadanos que cubren las marchas, por la plataforma Rompe el Miedo, por el colectivo Marabunta y, en menor medida, por los famosos Súper Cívicos que hacen un trabajo mucho mejor que el de Arne, pero sin ser funcionarios públicos y buscar protagonismo.

Aunque lo parezca, lo que hace Arne no es sousveillance, más bien es una vigilancia disfrazada de “ciudadana” realizada por un funcionario público que viola flagrantemente los derechos ARCO, es decir el derecho a acceder, rectificar, cancelar y oponerse al uso de la información personal de cualquier ciudadano. Por esta razón, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal lo ha conminado ha que difumine las caras de los ciudadanos que graba con su celular. Esto es importante porque sabemos que la Web tiene una memoria digna de Funes, el personaje de Borges, y los ciudadanos captados por la cámara de Arne, culpables  o no, tendrán que librar una batalla imposible por limpiar su nombre. Este registro les puede crear problemas a la hora de pedir trabajo, por ejemplo.

Para Sal Camarena, lo que hace Arne es el síntoma de una enfermedad que representan los cientos de políticos y empresarios gandallas e intocables del país. El problema es que en México los síntomas se convierten en causas de nuevo, como un gato que se muerde la cola aunque la tenga ya sangrada. Por eso, temo que los periscopeos llegaron para quedarse. Pronto veremos city managers en otras ciudades del país presumiendo la labor de X o Y funcionario, de X o Y partido. Lo que salga en el Periscope será lo real, como lo que ahora sale en la televisión y que viene de las cámaras de videovigilancia. El funcionario que más transmisiones tenga será el más eficiente. Un show. Pero si vamos a hacer de la función pública un reality show, quizás debamos proponer que los periscopeos vengan de las patrullas y los calabozos de las policías municipales, de las salas de interrogatorio de la PGR, de las juntas de las comisiones del Congreso de la Unión, de las reuniones del Gabinete de Seguridad, etc. Así por lo menos tendríamos un show más variado y un poco de transparencia.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Alejandro Vélez
  • Fecha: 15 de marzo de 2016

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