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Lugares de la muerte y la re-existencia

Lugares de la muerte y la re-existencia Alejandro Castillejo

“Las zanjas a los costados de las carreteras, los botaderos de basura y los sectores desolados en Chía, Soacha, Choachí, Mosquera y Madrid se convirtieron en los cementerios clandestinos para los muertos anónimos de la violencia en Cundinamarca”. Este es el lead que encabeza una noticia del 05 de agosto 1991 escrita por el periodista Miller Rubio del periódico colombiano El Tiempo. 

Quise aprovechar esta época de semana santa que miles de personas salen a recorrer las vías del país, para escribir este relato sobre los lugares de la muerte y el sentido que los espacios tienen para la reconstrucción histórica de nuestros relatos como nación (Colombia – México). Así que si usted tomó carretera es importante que tenga en cuenta este artículo, es posible que se haya encontrado con una historia parecida.    

Durante muchos años en Colombia, lugares a las afueras de las ciudades se convirtieron en espacios de la muerte[1]. Umbrales que permiten llenar de significado aquello que se reconoce como la cultura del terror, compuesta específicamente por las historias que se construyen sobre los lugares.

En los testimonios sobre la violencia de los últimos treinta años, es común encontrar narraciones que relacionan estos hechos con los parajes de las carreteras, las zonas boscosas, las riveras de los ríos, las casas abandonadas en medio de las vías entre muchos otros. Las historias relatan la forma como las personas eran asesinadas, torturadas, desaparecidas y violadas, y son construidas a partir de los relatos de los sobrevivientes que han logrado como lo describe Taussig “traspasar y volver para contarnos el cuento”.

Cuando uno se acerca a un espacio de la muerte se da cuenta que ahí los procesos más elementales de la vida material fluyen, por ejemplo: si se detiene por un rato en el Alto de la Virgen[2] en la vía entre Bogotá - Choachí[3], se puede dar cuenta que este sitio es la frontera entre el páramo y el bosque nublado, creando un umbral de neblina, humedad y vegetación musgosa. En este espacio se reduce la luz solar directa y todo el tiempo está goteando entre los árboles el agua que se condensa de los bancos de niebla, dando la impresión de constante lluvia. El agua cruza la carretera y baja por el abismo de más de 300 metros por donde fueron arrojadas muchas personas torturadas y asesinadas. Esas montañas húmedas, junto con la vegetación y el monumento a la Virgen del Carmen adornado con flores, cera derretida y velas a medio terminar todavía prendidas, son los testigos indelebles de la historia de muerte que se construyó en este espacio.

Para finales de los años 80 algunos lugares como el Alto de la Virgen, se habían convertido en botaderos de cadáveres, espacios de tortura y enterramientos clandestinos. Alrededor de Bogotá se reconocieron además de Choachí lugares como: el antiguo botadero de basura de doña Juana en la localidad de Usme, los caños sobre las vías de acceso a la capital, la vía a Mondoñedo, la carretera que conduce de Soacha, Mosquera y Madrid, la autopista norte a la altura de la Caro y finalmente, la vía que de Bogotá conduce a Villavicencio, a la altura del municipio de Guayabetal.

En las investigaciones realizadas por las mismas familias de las víctimas, se ha podido establecer que un número importante de los casos cometidos en los lugares mencionados anteriormente, fueron realizados por agentes del Estado. En Bogotá y sus alrededores, el batallón de inteligencia y contrainteligencia Charry Solano creó un mecanismo sistemático de desaparición de líderes de izquierda. Como queda claro en el testimonio entregado por el Sargento Bernardo Garzón Garzón a la Procuraduría General de la Nación en el año de 1991, sobre el caso de desaparición forzada y asesinato de Víctor Manuel Nieto Campos, Bertel Prieto Carvajal y Francisco Luís Tobón el 30 de junio de 1987:

 “En la unidad establecieron que día iban a salir en libertad y los esperaron a la salida de la misma, los tres individuos abordaron un jeep Zuzuki LJ 80 y fueron seguidos por personas del Batallón, quienes cuadras más adelante los bajaron de dicho vehículo, los introdujeron en vehículos del Batallón y en las horas de la noche se dirigieron por la vía que de Bogotá conduce a Villavicencio y los fueron matando dejándolos abandonados uno a uno sobre la vía”

En este testimonio se identifica la manera como los cuerpos de las personas desaparecidas son extraídos de su espacio social, para luego ser transitados a un “no lugar”. Después estos cuerpos ya sin vida y sin identidad, vuelven a ser insertados en un lugar cotidiano (botaderos de basura, ríos y carreteras). De esa forma, los cuerpos se convierten en poseedores de mensajes de terror, que terminan por convertir los espacios cotidianos en espacios de muerte.

Por eso, ahora que usted ha leído esta historia y que seguramente dentro de las próximas horas va a pasar de largo a alta velocidad por uno de estos lugares, debería si es posible detenerse por un momento, parquear el carro en un espacio seguro, bajar la cámara si la tiene a la mano, invitar a sus amigos a descansar, acercarse a una de esas tiendas de orilla de carretera, tomar unas imágenes para la posteridad —una selfie si así prefiere— y preguntarle a una de las personas que atiende, por algún relato sobre el lugar donde se encuentra ubicado. Quizás en uno de esos ejercicios pueda encontrar partes de las historias desaparecidas.

De esta forma, estaríamos iniciando un proceso de re-significación de nuestros espacios de muerte, en espacios de re-existencia, volveríamos a la vida relatos obliterados por el paso del tiempo y así usted además del descanso tendrá una nueva historia que podrá compartir durante el trayecto.



[1] Este fue el nombre que les dio el antropólogo Michael Taussig a los lugares donde sucedían hechos de terror relacionados con los procesos de colonización y el accionar de las caucherías en el departamento del Putumayo.

[2] Este recorrido se realizó en el marco del proyecto de investigación “Tras los Rastros del Cuerpo: un estudio etnográfico del cuerpo y la desaparición forzada en el contexto del escenario transicional Colombiano”.  Dirigido por el antropólogo Alejandro Castillejo Cuellar, en el desarrollo de este proyecto se han realizado los recorridos a los lugares descritos en este documento.  

[3] Choachí es un municipio ubicado a 42 km al oriente de Bogotá. 

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Cesar Augusto Muñoz
  • Biografía: Miembro del Programa de Estudios Sociales de las Transiciones Políticas -PEST- y de ASFADDES
  • Fecha: 29 de marzo de 2016

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